Asistir a una persona con Baja Visión conlleva el analizar aspectos psicoambientales y funcionales, verificar las necesidades, las demandas del paciente, para proceder a plantearse una ruta en su atención integral.
En el caso de atención a niños, el poder fijar objetivos es complejo ya que el nivel de necesidades es amplio y cambiante con cada etapa del desarrollo.
En las primeras etapas del niño los programas estarán centrados en Programaciones de Estimulación visual, donde se le enseña a ver, tratando de conseguir que los niveles de percepción sean más adecuados. Considerado según su patología, la capacidad visual de su agudeza, campo visual, sensibilidad al contraste y la interpretación visual.
Al determinar su edad funcional visual, se le irán proponiendo tareas visuales, que vayan potenciando la madurez de la vía visual. Posteriormente al entrar en edad de escolaridad, se pasará a replantearse los objetivos ya que irá teniendo otras necesidades, iniciándolo en las Programaciones de Rehabilitación visual, donde se le incorporarán ayudas especiales para la Baja Visión.
Estos programas de Rehabilitación Visual, se fundamentan en conocer muy bien la demanda a cubrir, según distancia operativa a ser realizada la actividad, calculando la ayuda más idónea, prescribiendo la que necesitará, enseñándosela a usar, verificando si la misma cubre las competencias en su medio ya sea escolar o en el hogar.
Podríamos decir que en Baja Visión existen dos grandes líneas para planificar un Programa de Rehabilitación Visual: la Estimulación visual, que es enseñar a incorporar el canal visual disminuido aprendiendo a ver y las Programaciones de Rehabilitación visual que van incorporando ayudas especiales, manejo de zonas visuales, adaptación del ambiente para que la persona con Baja Visión pueda usar con éxito su visión comprometida.
En estas dos modalidades participan Oftalmólogos, Optometristas, Terapeutas, Educadores. La conjunción de todos estos profesionales hará la diferencia, en el logro de usar la visión con éxito.